martes, 28 de febrero de 2012

Cuentito #1

Ese día desperté, sabía que era tarde, porque mi madre se había tomado la molestia de levantarme de un chanclazo, y sabía que era lunes, porque mi madre se había tomado la molestia de levantarme de un chanclazo. Me levanté de la cama despues de asimilar que tenía que llegar a esa puta clase de algebra, tome fuerzas para ponerme en pie, fue un esfuerzo inutil, pero una angelical voz me llenó de ese entusiasmo por asistir a mi clase de las 7:00 am, recuerdo que era algo así: "¡Pinche escuincle, ya levántete cabrón que ya es tarde!"; ese tipo de frases hacen que uno se revitalize al instante, pero no es el punto, así que continuemos; después de dejar atras mi estado zombie, me alisté para irme. Salí de mi casa, no sin antes eludir otros lanzamientos de sandalias asesinas y preguntas las rutinarias preguntas de mi padre, como quiera que haya sido, salí vivo otra mañana mas. Llegué a la parada del autobús a las 6:25 am, y ahí estaba ella, como todos los dias, siempre tan hermosa y fresca como la brisa de verano, siempre he tenido la sensación de que le gusto, quizas no tanto, pero si un poco.

Son las 6:55 am, de nuevo se me hizo tarde, digamos que es una bonita tradición, llego por fin chingada lata con ruedas que el gobierno hace pasar como transporte público, me subo, obviamente dejando que ella aborde primero, podre ser un maldito huevón, pero ante todo un caballero. Tomo asiento y al lado de mí queda el último lugar sobrante, ella tardó en pagar, así que su única opción es sentarse junto a mí, quizás hoy sea el buen día en que le confiese lo que siento, no es que no lo haya querido hacer desde hace ya 3 años, digo, siempre hay que esperar el momento y el lugar correctos ¿No?. Así que la veo venir, seguro se va sentar al lado mío, vienen a mi mente todas estas dudas, mis manos empiezan a sudar y al parcer también lo hacen mis axilas, ¡pinche AXE de mierda!, se acercó a tres asientos de distancia, (si, siempre mido la distancia en base al número de asiento de los camiones) miró y buscó por más de un minuto un lugar disponible, pero al final decidió qudarse de pie, quizás no se percató del lugar al lado de mí. Y así fue el transcurso de 1 interminable hora hasta llegar a ese establecimiento de esclavización y maltrato desconsiderado, comunmente llamado escuela.

Digamos que no quiero contarles mucho sobre ese día de clases, ni de ninguno de los anteriores ni los siguientos por lo menos dentro de unos cuantos años. Así que sigamos con lo importante, saliendo de clases, de nuevo tomé el camión, ella no había tomado el autobús, de hecho nunca lo hacía, su padre mandaba a uno de sus asistentes a recogerla, jamas he llegado a comprender porque iba en camión en la mañana y en la tarde regresaba en una Suburban de $400000, misterios de la vida supongo; así que resulta que a lo largo del día me planteé la idea de que tenía que decirselo, si no era esa noche no sería ninguna otra, imaginé miles de escenarios y las posibles variantes de estos, tenía que resultar, estaba convencido y nada me iba a hacer cambiar de opinión.

A las 7:22 pm salí de mi casa, sabía que ella iba a estar hablando con ese tipo, no sabía que mierda le veía, era solo el hijo de un tal secretario de aduanas o una madre así, estudiaba diseño industrial en el Tec y tenía un Camaro, ¡Por favor!, lo importante es lo de adentro, los sentimientos y esas chingaderas, ¿Qué tenía ese pendejo que yo no?. Pero en fin, decidí que la mejor manera de "llegarle" sería como se hacía antes, a la antugüita, de tal manera que me brinqué a la casa de Don Félix, y corté la flor más vergas que vi, la fuí a buscar y se la di, la tomó entre sus bellas manos, y pues bueno, ya se imaginaran lo que sucedió después...




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